LA VID Y LA VIÑA
La vid
La vid es
una planta extraordinaria. Es una de las más bellas, crece en sitios que no
podrían dedicarse a ningún otro cultivo y produce la bebida más fascinante del
mundo, porque la vid no tiene ninguna intención de dar vino, menos aún buen
vino. Las obligaciones del TERROIR, Es la esencia de la labor del viticultor,
suelo, clima, hidrografía, estación para ser usado en favor del instinto
reproductivo de la vid, con el fin de obtener fruto de la máxima calidad.
Es un ser
vivo tiene también que nacer y, a su debido tiempo, morir. Siguiendo estos c
etapas de la vida de una planta, vamos a presentar los aspectos de la vid
Historia de la VID
Nos referiremos aquí no sólo al nacimiento de la
planta, sino también de la especie. Según la Biblia, fue Noé quien plantó la
primera viña, y también quien primero bebió en exceso. Según la mitología
griega, fue Dionisos (Baco para los
romanos) quien transmitió a los hombres el cultivo de la vid, y en cuyo honor
se celebraban las bacanales, durante las que también se consumía vino sin tasa.
Conviene advertir que no es este consumo lúdico -es decir, el festivo o
juerguista- el que propicia este libro, sino el “hedónico
“
Mitos aparte, hay pruebas arqueológicas de que el vino se elaboraba en Asia
Menor hace más de 4.000 años. Y no solamente vino, a lo largo de la historia se
han producido bebidas alcohólicas a partir de todo tipo de frutas (manzanas,
cerezas…) y de granos (cebada…), aunque en este último caso no se habla de
vinos, sino de cervezas. La prevalencia del vino frente a todas ellas se debe
principalmente a dos razones: de una parte, a que permite la obtención de un
grado alcohólico suficientemente alto, lo que facilita su conservación y le
garantiza una vida razonablemente larga; y, de otra parte, a la gran variedad
de matices que se encuentran en el mosto de la uva fermentado, dependiendo de
la variedad de la vid, del clima, del suelo… Ningún fruto sirve de vehículo a
los caracteres del lugar en que se asienta como el de la vid.
También ha tenido gran influencia en esta prevalencia
de la vid, el proporcionar los mejores vinos precisamente en aquellos terrenos
que por su pobreza no podrían dedicarse a otro cultivo, por eso se habla de
ella como “cultivo redentor”. Por el contrario, el resto de las bebidas.
La vid es un arbusto leñoso, vivaz y trepador que
pertenece a la familia de las vitáceas, compuesta por catorce géneros, de los
cuales sólo el género Vitis es apto para la producción de vino. A su
vez, el género Vitis comprende cerca de sesenta especies, de las cuales
sólo la Vitis vinifera tiene verdadero interés enológico, aunque, de
hecho, también se produzcan líquidos alcohólicos a partir de las uvas de otras
especies, como la Vitis labrusca.
Dentro de la especie vinifera se distinguen diversas
variedades (Tempranillo, Moscatel…), que se suelen definir como conjunto de
individuos con caracteres morfológicos y de cultivo similares, que inducen a
los viticultores a designarlos con un nombre determinado. En un principio no
existían variedades como tales, sino que había un conjunto de vides
cultivables. Por la selección humana de las mejores de ellas, y por la
adaptación a los climas a los que se trasplantaban, se obtuvieron las
variedades. El siguiente gráfico presenta el árbol de la especie Vitis
vinifera.
Ni el origen de la Vitis vinifera, ni el de sus
variedades se conoce con certeza. La forma de reproducción y la facilidad de
mestizaje o cruce de dos variedades, tienen una influencia considerable en esta
dificultad para trazar los orígenes de estas.
Hay que tener en cuenta que, para obtener una vid de
una determinada variedad, no se parte de la pepita de una uva de esa variedad
(reproducción sexual), porque la planta resultante no sería de esa variedad,
sino que se corta un sarmiento de la
planta madre, que enraíza -actualmente se injerta- originando una réplica o
clon; es decir, otra vid con el mismo código genético. Este procedimiento se
llama reproducción vegetativa.
Por todo ello, así como en la raza humana cada hombre
es -o quizás era, durante la revisión de esta tercera edición, ha aparecido la
noticia del primer clon humano en gestación- un individuo con un código
genético único (salvo si tiene algún hermano gemelo homocigótico), en la vid,
el número de individuos es mucho menor que el de plantas. De hecho, actualmente
cuando se planta una variedad en una viña moderna se utiliza un solo clon,
salvo por motivos de experimentación. En general, un viñedo plantado con un
solo clon de calidad produce mejor vino que otro con una mezcla pluriclonal de
cepas de una variedad.
Las diferencias surgen por mutación, alteración del
material genético producida de forma aleatoria, y que no afecta a toda una vid,
sino a una yema de ésta. Si la mutación tiene éxito se convierte en un nuevo
clon. Este éxito consiste simplemente en que el viticultor, o técnico
correspondiente, considera que ese clon presenta alguna ventaja sobre los ya
conocidos que lo hace especialmente apto para un suelo o clima, o para resistir
alguna enfermedad, o bien por su mayor rendimiento o calidad.
Algunas plantas tienen mayor tendencia que otras a
mutar, de forma que en cuanto cambian de lugar presentan mutaciones. Otras son
muy resistentes a las mutaciones. Así, cuando después de la filoxera hubo que
replantar la Borgoña con cepas de Pinot noir procedentes de Norteamérica -donde
fueron llevadas en su día procedentes de Borgoña- se temía que el vino
resultante no fuera de la misma calidad que antes. Afortunadamente, la variedad
no había sufrido mutaciones, lo que permitió a los borgoñones respirar con
alivio.
El hábitat óptimo de la vid es el del clima templado.
Dentro de este, es capaz de tolerar temperaturas bastante extremas. En invierno
resiste temperaturas de hasta 15º C bajo cero y, en verano temperaturas de
45ºC. Y lo mismo sucede respecto de la lluvia, que puede variar de 200 litros
anuales por metro cuadrado de algunos viñedos, a más de 1.500 en otros.
Fisiológicamente, la planta de la vid consta de una
parte aérea y de su correspondiente raíz. La raíz se desarrolla tanto a lo
ancho como en profundidad, dependiendo de la estructura y tipo de suelo, del
nivel de la capa freática y de la densidad de plantación de las vides. Las
principales funciones de la raíz son el anclaje de la planta y la absorción de
agua y sales minerales.
La parte aérea empieza en el tronco, que tiene menor o
mayor altura dependiendo del sistema de poda y conducción. En los climas
húmedos la mayor altura del tronco eleva los sarmientos del suelo, lo que
reduce el riesgo de podredumbre y otras enfermedades. En estos climas, el
tronco tiene que ser alto, y las vides conducidas mediante espalderas en los
secos, la vid puede estar a ras de suelo.
El tronco tiene función de estructura, de depósito de
reservas y de comunicación entre las distintas partes de la planta. Además del
tronco, los sarmientos también son partes lignificadas o de madera, de cuyas
yemas salen en primavera los pámpanos, que al lignificarse en el otoño se
conviertan a su vez en sarmientos. De los pámpanos salen las hojas, las yemas y
las flores, que se convierten en racimos de uvas.
Las hojas (Ampelografía) tienen una función de
respiración, transpiración y de síntesis de energía (fotosíntesis). Las yemas
aseguran la perennidad o repetición del ciclo anual, ya que de las yemas de un
sarmiento brotan al año siguiente los pámpanos; además, las yemas sirven para
la reproducción vegetativa de la planta, ya que de una yema puede surgir otra
vid. Las flores, después frutos, sirven para la reproducción sexual y accesoria
y curiosamente -desde el punto de vista de la planta- para la obtención de
vino.
Desde la expansión de la filoxera, que ataca a la raíz
de la Vitis vinifera, las vides están injertadas, es decir, el pie o
portainjerto es de una especie americana -resistente a la filoxera por ser más gruesa
la corteza de su raíz- mientras la parte aérea es de la variedad
correspondiente de Vitis vinifera. La raíz de la vid americana resiste a la
filoxera, que es un insecto americano, lo que corrobora que la necesidad crea
el órgano: la vid americana desarrolló una raíz resistente a este insecto
americano. El portainjerto se elige en función del suelo, variedad a injertar y “entorno aéreo” o clima.
El injerto no influye de forma decisiva en el vino,
aunque hay dos aspectos a tener en cuenta. En primer lugar, la vinifera no
injertada vive cerca de cien años -frente a los 40 a 50 de la injertada- y a
mayor edad de la cepa, mayor calidad, como veremos; además, se adapta mejor los
diferentes tipos de suelos, aunque la amplia gama existente de portainjerto o
pies sirve para paliar este inconveniente.
Los pasos a seguir para la plantación de una viña son:
preparación del terreno; elección del patrón o pie sobre el que se injertará la
vid (también puede adquirirse el plantón ya injertado); trazado de la plantación,
que actualmente suele ser en rectángulo y con conducción en espaldera.
Otras decisiones fundamentales son la orientación de
las hileras, la densidad de plantación, la altura de las cepas, etc, que tienen
gran influencia en la calidad y el rendimiento de la viña
.
El crecimiento de la vid
Al ser la vid planta trepadora, y enraizar sus
sarmientos con toda facilidad, si se dejara crecer libremente, se desarrollaría
de forma anárquica, porque la vid intentaría crecer en tamaño en vez de
proporcionar fruto; es decir, la vid cuida en primer lugar de aver mantenencia,
lo que implica crecer al máximo; en segundo, de dejar descendencia o dar fruto,
que es lo que interesa al viticultor. Para evitar el crecimiento anárquico, se
le aplica la poda, que regula la formación de la vid en los primeros años (poda
de formación), y posteriormente, su producción.
Se utilizaba la poda manchega, que prácticamente sólo
deja un tocón a ras de suelo; sin embargo, cada vez son más frecuentes la
conducción en espaldera y las podas correspondientes, que además de la
mecanización de algunas tareas, permiten el control de la insolación de las
vides y la gestión de su superficie foliar
La vid se poda siempre en invierno, durante la parada invernal, cuando la savia no circula
por la vid. Además, durante el período vegetativo -es decir, cuando la vid
tiene hojas- se realiza en ocasiones la poda en verde: eliminación de brotes
inútiles, recorte de extremidades de los sarmientos, eliminación de hojas para
que los racimos reciban mejor el sol… tareas relacionadas todas ellas con el
control de la insolación y la gestión de la superficie foliar.
La reproducción de la vid
La viña plantada y formada. Muy pronto,
aproximadamente a partir del tercer año, la vid manifiesta su instinto
reproductivo; es decir, empieza a dar frutos con su correspondiente semilla.
Esto sucede con una frecuencia anual en los países con estación fresca o fría,
siguiendo un proceso llamado ciclo biológico anual, que es en la práctica un
ciclo vital en pequeña escala, con su nacimiento, crecimiento, reproducción y
muerte.
El ciclo biológico anual de la vid comienza al
principio de la primavera, cuando pasadas las bajas temperaturas del invierno,
que provocaron la parada invernal, la savia empieza a sangrar por los cortes de
la poda, la planta “llora”. Cuando las temperaturas medias llegan a los 10ºC,
entre marzo y abril, se produce el desborre o brotación de los pámpanos
(nacimiento anual), que siguen creciendo hasta el mes de agosto. La principal
preocupación del viticultor, una vez producida la brotación, es que no hiele.
Si hiela se mueren los brotes, lo que puede reducir mucho la cosecha, hasta
casi echarla a perder. Con la aparición de los brotes comienza la etapa de
crecimiento anual de la planta, que dura hasta el envero (final de julio).
Cuando las temperaturas medias superan los 15ºC, más o
menos en mayo o junio, tiene lugar la floración. En condiciones ideales, la
floración dura de 8 a 10 días, durante los cuales el tiempo debería ser seco y
soleado. La polinización es también decisiva para la cantidad de la cosecha.
Con la floración empieza la fase reproductiva, que se solapa con la de crecimiento.
De las flores polinizadas se formarán los granos, que se desarrollan
rápidamente, cambian de color (enveran) y maduran. Se dice que entre la
floración y la vendimia deben transcurrir cien días.
Durante el envero o cambio de color, las uvas pierden
la clorofila, que les proporciona el color verde típico de su primera etapa, y
toman progresivamente el color definitivo, verde-dorado en caso de las blancas,
y negro azulado en el de las tintas. Tras el envero, la planta deja de crecer y
se centra en la formación del fruto y semilla, es decir, en la maduración.
La maduración de las uvas consiste en el incremento de
azúcares y aromas, y en la disminución simultánea de los ácidos. Para la vid,
la parte importante del fruto es la pepita, mediante la que puede reproducirse.
El resto del fruto, con un color atractivo y un sabor azucarado, es sólo un
señuelo, cuyo fin es que los animales lo tomen y lo transporten lejos.
En los climas cálidos se produce un fenómeno muy
importante: la parada estival. Durante los días más rigurosos del verano,
cuando las temperaturas pasan de 35ºC, si la vid no dispone de agua, sufre
“estrés hídrico”, es decir, sed, lo que implica una detención de la actividad
de la planta, durante la que no se producen azúcares ni otros componentes
interesantes (taninos, aromas…). La sed desaparece bebiendo, o sea, regando las
viñas; sin embargo, hasta hace poco estaba prohibido en España… ¡Hasta se dice
que la vid tiene que sufrir para dar buen vino!
Cuando las uvas han madurado, se produce el agostado o
maduración de los sarmientos, que consiste en su maderización o lignificación.
Aunque las uvas hayan madurado, la vid sigue produciendo azúcares, que almacena
en su tronco y raíces, y servirán para la próxima temporada. Por fin, con la
llegada de los fríos invernales y la caída de las hojas, se produce la parada
invernal, que cierra el ciclo anual, la planta “muere”.
En resumen, desde la brotación o desborre al envero
crece la estructura de la planta, y desde el envero hasta la vendimia, esa
planta se dedica a cargar las uvas de azúcares.
El ciclo anual así expuesto puede dar sensación de
proceso invariable e ineludible, que sucede de forma independiente del trabajo
de los viticultores, lo que sería muy injusto con ellos. No se puede omitir que
la vid, como cualquier otro cultivo, está sujeta a los accidentes
meteorológicos (heladas, granizos, sequía…), a los ataques de plagas, a las
enfermedades (como el mildiu, el oidio, la podredumbre gris…), y a diversos
parásitos, como la filoxera.
Recientemente se habla
mucho de cultivos biológicos y en concreto, de vinos “biológicos” (¡como si los
otros no lo fueran!). En general, un cultivo biológico es aquel en el que no se
utilizan ni abonos minerales ni pesticidas de síntesis que puedan romper el
equilibrio ecológico de la viña. Está permitida la utilización de abonos
orgánicos y azufre, y de un sulfato llamado “caldo bordelés” (sin relación
alguna con los “caldos” bordeleses). Respecto de la vinificación biológica, las
restricciones más usuales son las siguientes:
- se limita el uso de
la sulfatación en la vinificación;
- nunca se añaden
levaduras, salvo para la segunda fermentación de los espumosos y en caso de
parada de la fermentación;
- está prohibida la
pasteurización y la utilización de depósitos revestidos de resina epoxi;
para la clarificación
y decoloración de mostos se usan solo bentonita y carbón activo;
- la filtración sólo se puede realizar con ciertos
materiales…
La viticultura biológica no es un capricho: las
técnicas de la agricultura intencionadamente biológica son aplicables, e
incluso necesarias, para la obtención de cualquier vino de calidad. Así, aunque
el único productor de vinos biológicos español en la fecha en que esto se
escribe es Pérez Caramés (D.O. Bierzo), hay otros vinos que, aunque no son
“biológicos”, se elaboran teniendo en cuenta muchos de los procedimientos y
limitaciones de la llamada agricultura biológica.
La muerte de la vid
Para producir buenos vinos es preciso que la vid tenga
cierta edad. La vid empieza a dar uvas al tercer año, sin embargo, hasta los
cinco u ocho años, la calidad deja bastante que desear, y entre los ocho y los veinte años, la vid está en la plenitud
cuantitativa de su producción. A partir de los veinte años se empieza a hablar
de viñas viejas (vieilles vignes, old vines), que han desarrollado
completamente su sistema radicular y tienen un rendimiento moderado, por lo que
el mosto que proporcionan tiene una mayor concentración aromática y sápida, lo
que hace que la vid esté en el momento máximo de su calidad. Además, en el caso
de algunas variedades como la Garnacha, las viñas viejas dan unos vinos de una
calidad y con un potencial de envejecimiento que no se pueden obtener de sus
cepas jóvenes.
La
viña se arranca entre los 30 y los 50 años, porque, aunque la calidad de su
vino sea excepcional a esas edades, su rendimiento sigue disminuyendo hasta que
deja de ser rentable. El momento en que dejan de ser rentables dependerá del
precio a que se venda el vino elaborado con ellas; cuanto más caro es el vino,
más viejas pueden ser las cepas. Es decir, edad de las vides y precio están determinados.
Las
tareas aquí expuestas -más la vendimia, que veremos en el capítulo 5- conforman
los trabajos y los días del viticultor, el primer tipo de la galería de
retratos que encontramos en el mundo del vino. En España, quizás por el
desapego que tenemos a lo rural, difícilmente se encuentra en los cuadros
costumbristas algo parecido al vigneron francés, aunque el cosechero riojano o
alavés es un tipo muy similar.
Dentro
del viticultor español se distinguen los que venden su uva a la cooperativa del
pueblo, que paga según peso y grado, y que actúan en consecuencia sin mostrar
preocupación alguna por la calidad. En un escalón superior están los que venden
a los grandes elaboradores de Cava, en función de peso, grado y además acidez,
por lo que deben cuidar bastante más la calidad y la justa maduración (o falta
de maduración) de las uvas. Por último, los que venden a elaboradores de vinos
de calidad y cultivan la viña según sus instrucciones y bajo su supervisión.
Aparte
de ellos, están los bodegueros-viticultores, que vinifican
solamente sus propias uvas, y son, para nosotros, los tipos más auténticos del
mundo del vino. Visitar a estos cosecheros o bodegueros en sus instalaciones, y
hablar con ellos degustando su vino, es, sin duda alguna, uno de los tipos de
turismo más gratificante.
La
autenticidad de estos viticultores queda patente -y sirve para reconocerlos- en
que, a pesar de que los oficios acabados en “ero” están actualmente muy mal
vistos, se siguen considerando a sí mismos cosecheros o bodegueros. Comparados
con estos cosecheros-bodegueros, el resto de los profesionales del vino
palidecen.
Sin embargo precisamente por eso, porque somos los
paganos de todo este tinglado, sin cuyo dinero el resto de los profesionales
caería por su propio peso, disculpable es que alguna vez saquemos los pies de
las alforjas para manifestar nuestro punto de vista, y hasta para desfacer los
entuertos que la ocasión nos brindare.
ü
Valga el neologismo. Evitamos la
palabra hedonista, por su connotación de actitud reprobable moralmente.
ü Por eso los
utópicos de quienes nos habla Tomas Moro «siembran grano
solo para elaborar pan. Beben vino de uvas o sidra de manzana o de peras así
como agua… »
ü En la
aparición, evolución y mejora de las variedades ha tenido un papel muy
relevante la selección practicada por los viticultores, que obtendrían las
nuevas plantas a partir de las mejores vides. Recientemente, ese proceso de
mejora se realiza de forma sistemática.
ü Las mutaciones
se producen de forma aleatoria, y si no implican ventaja alguna a la especie,
la “selección natural” de éstas hace que el mutante desaparezca. En caso
contrario, el mutante se reproduce con ventaja sobre los otros individuos,
llegando incluso a desplazarlos. En las especies cultivadas de vid, la
selección natural ha sido reemplazada por la humana: cuando se encuentran
ventajas en una mutación, el viticultor o técnico del vivero se encargan de
reproducirla rápidamente.
ü Las espalderas
son varios hilos metálicos horizontales, apoyados en soportes verticales, que
permiten el desarrollo en vertical de la vid.
ü En los países tropicales, sin
estación fría, la vid no sufre parada invernal, y los ciclos se superponen. La
planta puede tener a la vez flores y racimos maduros.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario